lunes, 9 de febrero de 2009

El legado de Nezahualcóyotl

Edith González Fuentes
El ombligo de Venus

El legado de Nezahualcóyotl
“Amo el canto del zenzontle. Pájaro de cuatrocientas voces. Amo el color del jade. Y el enervante perfume de las flores; Pero amo más a mi hermano el hombre”
Al autor de estas líneas lo tenemos muy cerca, al alcance de la mano. Las prisas, el estrés, la neurosis, las preocupaciones y la falta de atención a los detalles son factores que nos impiden estar al tanto de lo que nos rodea, de lo cotidiano.

Nezahualcóyotl, Coyote hambriento en castellano (1402-1472), es su nombre, su imagen aparece en el anverso de los billetes de 100 pesos y, en los mismos, el verso que usted acaba de leer, está impreso en pequeñísimas letras a la derecha del personaje.

Nezahualcóyotl fue hijo del sexto señor de los chichimecas y señor de la ciudad de Texcoco, Ixtlixóchitl, y de la princesa mexicana Matlalcihuatzin, hija del segundo gobernante azteca Huitzilihuitl, nótese que ya desde entonces comienza a forjarse la alianza Texcoco-Tenochtitlán.
A los 16 años de vida de nuestro poeta, el rey tepaneca Tezozómoc, cuyas agotadas tierras estaban al lado noroccidental del lago de Texcoco, en lo que hoy es Azcapotzalco, sumó la necesidad de anexarse campos fértiles a su gran poderío militar, y expulsó a la familia de Nezahualcóyotl de sus tierras, debido lo cual nuestro personaje vivió años de angustia, peregrinación, ocultamiento y hasta de la oferta de una recompensa por su cabeza.

Varios mitos y leyendas rodean a este periodo, por ejemplo, se cuenta una en la que se dice que el futuro poeta se encontraba jugando y cayó al agua y fue rescatado por hombres-búho para llevarlo al Poyauhtécatl (Monte del Señor de la Niebla) a hacer penitencia y merecimiento. Ahí fue ungido con agua divina al calor del fuego, símbolo de la guerra, y le dijeron: “Así, para ti, en tu mano, habrá de quedar la ciudad (Texcoco)”.

Ya retumba el tambor; sea el baile:
con bellas flores narcóticas se tiñe mi corazón.
Yo soy cantor: flores para esparcirlas
yo las voy tomando: gozad.
Dentro de mi corazón se quiebra la flor del canto:
ya estoy esparciendo flores.

Por su perseverancia, amén de la ayuda de varios nobles texcocanos y, por supuesto, de Tenochtitlán, regresa a gobernar a su pueblo, demostrando superiores habilidades de estadista y realizando innumerables obras que incluyen la construcción de un acueducto de agua potable para México y diques para aislar las aguas saladas de los lagos e impedir inundaciones, la creación de un código de leyes basado en una singular división de poderes, e importantes obras como palacios, templos, caminos, jardines botánicos y zoológicos. En 1431, junto con Tenochtitlán y Tacuba, formó la famosa Triple Alianza, principio de lo que sería un gran imperio en Mesoamérica.

Eso sí, el príncipe salió medio inquieto, se sabe que procreó, con varias esposas y concubinas, la friolera de 110 hijos.
Creo que una forma de comprender a ese tercio de nuestra mexicanidad —junto con la española y la negra—, es leer la poesía de Nezahualcóyotl, la cual encierra profundas reflexiones filosóficas: domina el pensador sobre la imaginación (aunque cuente entre su acervo obras maestras de lirismo).
Sus temas más recurrentes son lo divino, con todo y el peso de la especulación intelectual del mundo indígena, el hombre y esa falta de esperanza, la tristeza india, y la poesía misma.
¡Es nuestra madre, Mariposa de Obsidiana!
Oh, veámosla: en las nuevas llanuras
se nutrió con corazones de ciervos
¡Es nuestra madre, la Reina de la Tierra!
Un breve parpadeo: podemos no coincidir, pero deberíamos de haber asistido al Foro Social Mundial, celebrado en Brasil, con alto nivel diplomático. El liderazgo obtenido por México con la Doctrina Estrada como guía lo estamos diluyendo ¿vale la pena?

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